viernes, 17 de julio de 2009

Siempre ha estado ahí


Me gusta la música. Claro, no me jodas! A ti y a cualquier persona humana. Incluso esas cosas extrañas, al menos para mí, que hacen esos tipos extraños cuyo nombre empieza por DJ –léase “diyéi” (con acento en la é), supongo que de alguna extraña forma se le podría considerar música (Chunta Chunta Chunta…) aunque a mí personalmente me cueste llamarla así, pero ya se sabe que para gustos los colores.

Como me gusta la música, me gusta el pop de los 80, no es culpa mía. Crecí con él, aún recuerdo que la primera vez que estuve en un bar fuera de mi pueblo con unos amigos tomando algo -algo que fue una schweppes de limón- oí un single que no conocía que venía a decir algo así como “mil campanas suenan en mi corazón…” joder!… me encantó aquello tú.

Tras ello vendría el oír toda esa música que había empezado a revolucionar el panorama de la música en España, grupos como Secretos, Radio Futura, Gabinete… unos mas y otros menos, pero de ellos estaban llenas mis TDK de 90 que me iba grabando de la radio y de los casettes –pronúnciese casetes tal cual- que me iban dejando mis amigos. Lo de comprar música en mi tierna adolescencia era algo como bastante jodido, y yo no me puedo quejar, ya que mi padre me compraba algún que otro casette de vez en cuando, que bastante hacía. Mis primeras palabras en inglés quitando las irremediables “The End” o “Wanted” las aprendía con el Thriller de Michael Jackson y con el LP “Eye in the sky” de Alan Parsons, porque, eso sí, lo mejor de los originales era que venían las letras y así me aprendía antes las canciones para poder cantarlas. Y como esos pues también estaban Queen con sus “Works” y “A Kind of Magic”, estaba Police, el Joshua Tree de U2, y por supuesto, siempre siempre, han estado los
Beatles.


Pero el tiempo pasó y llegaron los 90 y con estos años llegó la crisis, la mayoría de grupos que me gustaban desaparecían, los nuevos que iban saliendo no terminaban de engancharme. El último de la Fila estaba en lo mas alto y no terminaba de llegarme, no sé, cuestión de feeling será... El caso es que así pasé el tiempo sin oír nada nuevo, hasta que descubrí a Ramón Trecet en Diálogos 3. Me descubrió como él mismo decía “otras músicas”, otra forma de hacer música. Otros sonidos totalmente novedosos que me encantaron y que me hicieron descubrir maravillas tanto en el new age como en la música celta. Gracias a él descubrí uno de los mejores discos que he oído en mi vida, “The White Horse Sessions” de Nightnoise. Un monumental recopilatorio grabado en vivo que aún llevo siempre en el coche a pesar de las innumerables veces que lo he oído. Así como también descubrir la belleza hecha voz encarnada en Loreena McKennitt, que tanto me emocionó cuando su voz llenó el auditorio de Murcia y yo solo podía no escuchar, sino sentir, en el plano mas amplio de la palabra sentir.

Sin embargo, había algo que siempre había estado ahí, una música que habría de conquistarme con el tiempo, sin prisa pero sin pausa, cada día que ha pasado me ha ido llenando mas y mas, tanto es así que hoy día quizá mas del 80% (y me quedo corto) de música que escucho es ésta. Y no es mas que la música creada por y para el cine. Las Bandas Sonoras de Películas.

Pongámonos en situación. Yo tenía 8 años y mi padre me llevó al cine en Murcia a ver Superman. El cartel rezaba “Usted creerá que un hombre puede volar”. En los primeros segundos y tras leerse sobre fondo negro “Junio 1938” vemos un cómic en blanco y negro con legras grandes “Action Comics” un niño nos lee el principio del mismo mientras vemos el dibujo de la cúpula del Daily Planet rematada con una esfera iluminada y sobre la que rota el nombre del periódico. Vamos hacia ella volando y al fondo nos encontramos la luna, que sobrepasamos dando comienzo a un viaje de años luz que nosotros haremos en 4 minutos hasta llegar a un
Krypton agonizante. En esos escasos 5 minutos y mientras vamos volando por los títulos de crédito mientras se deshacen en el espacio escuchamos la fanfarria de Superman con su interludio romántico unido –Can you read my mind- y entonces, cuando te has venido a dar cuenta. Ya está. Ha surgido la magia. Estamos en otro mundo. No en una sala de cine, yo tengo 8 años y estoy a años luz de la tierra, en otro planeta viendo una civilización avanzada a punto de extinguirse. La música de John Williams consigue que ya esté, que estemos allí, el cine Coy no existe (lamentablemente tampoco existe en la actualidad como tantos cines en las ciudades absorbidos por las multisalas de los centros comerciales), solo existe ese mundo en el que me he sumergido por las imágenes, y su música, siempre la música.

En la década de los 70 el jazz, la batería, las guitarras eléctricas empezaron a llenar las músicas de las películas, tanto como empezaron a hacerlos los sintetizadores, de hecho si Jerry Goldsmith no hubiera compuesto su espectacular “Ave Satani” para la Profecía en 1976, yo me hubiera quedado con la maravillosa partitura de Bill Conti (una de mis debilidades) para Rocky, que por lo menos se llevó un muy justo premio a la mejor película de ese año.

Pero en 1977 todo cambió. George Lucas aún se dejaba aconsejar, aún no le había crecido el ego como le creció al mismo ritmo que su papada y Steven Spielberg le recomendó que contará para el proyecto de su vida con John Williams, y a pesar de que las ideas de Lucas en principio apuntaban a una banda sonora electrónica y futurista, John Williams creó una partitura sinfónica con una fanfarria que para la historia queda y que marcó el devenir de los siguientes años.

A partir de ahí la música sinfónica explota y triunfa de forma rotunda en el cine, con excepciones como la creación de Vangelis para Blade Runner, surgiendo con mas ímpetu si cabe las figuras de grandes nombres como Jerry Goldsmith, James Horner, Basil Poledouris, John Barry o Ennio Morricone.

Son muchos, muchos los videos que se me ocurre poner, muchos los pequeños fragmentos que querría destacar, tanto en audio como en video, pero al que le guste el cine, y le guste la música, a la fuerza, repito, a la fuerza tiene que disfrutar con este montaje-homenaje con rima en “aje” que montó y dirigió el mismo John Williams para la gala de los Óscars de 2002.

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